La playa de las estrellas

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Punta Caracol

    Caía la tarde cuando después de haber pasado todo el día navegando por la laguna Chiriquí, en el archipiélago de Bocas del Toro, la lancha dobló punta Rancho y aparecieron cinco palafitos de colores amarillo y verde sobre el mar interior justo delante de una zona de densa vegetación.
    —¿Qué es? —pregunté
    —Un hotel construido por un español —dijo el muchacho que conducía la barca.
    Atracamos en el muelle de madera del hotel. Pilar, la madre de quien había ideado aquel agradable lugar, nos acogió con hospitalidad, invitándonos de inmediato a tomar un refresco.
    Su hijo, José Luis, se había enamorado de Punta Caracol hasta conseguir levantar este pequeño hotel ecológico, edificado como una pincelada de color caribeño sobre el mar y a los pies de la selva.

    Pilar me habló de la playa de las estrellas. Dijo que se encontraba muy cerca del hotel, justo en la dirección de la que procedíamos. Insistió en que era un lugar especial que no debía dejar de ver antes de marcharme del archipiélago.
    Algo más tarde regresamos en la barca a Bocas del Toro mientras empezaba a llover. Desde el balcón de mi hotel situado en el centro del pueblo presencié una tormenta tropical. Añoré no dormir aquella noche en Punta Caracol y me dije a mí mismo que al día siguiente me trasladaría hasta allí.
    Al amanecer lucía un sol radiante. Antes de embarcarme estuve un par de horas paseando por la ciudad.

    Isla Colón, el lugar en el que se asienta Bocas del Toro, debe su nombre al hecho de haber sido descubierta por Cristóbal Colón en su cuarto y último viaje a América. Territorio de los indios guaymíes, el territorio empezó a prosperar cuando la United Fruit Company estableció aquí uno de los principales centros bananeros del Caribe. Como consecuencia de la explotación agrícola alrededor de la laguna Chiriquí, en  Bocas del Toro se da ese mestizaje tan amable y amado del Caribe; ese encuentro de culturas que parece nutrirse de todo lo bueno de cada una de ellas. El negro, el afrocaribeño, pero también gente mestiza, blanca, descendientes de los antiguos propietarios de la United Fruit Company, y otras etnias locales forman una comunidad esencialmente acogedora, suave en la voz y en el trato, donde el visitante no se siente extranjero.

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    ¿Un lugar especial?
    Llegué a la playa de las estrellas de mar al mediodía. Esa misma mañana había visto paisajes hermosos alrededor de la laguna, sobre todo la isla de los Pájaros, una roca escarpada tapizada de verde eléctrico en su cumbre donde anidan cientos de aves. Pero la playa de las estrellas era distinta, única.
    Varamos la barca en la orilla. A lo largo de un estrecho y largo brazo de playa, muy cerca de la orilla, centenares de estrellas de mar se veían con claridad a través del agua. Las había en grupos de tres, siete, once o trece, anárquicamente distribuidas a tan sólo unos pocos centímetros de profundidad. 

    Veo a mis pies una estrella que se mueve y deja un leve surco en la arena. Se desplaza con parsimonia. La transparencia del agua es absoluta; en el horizonte, más allá del agua serena, una nubes blancas quiebran el azul de la laguna.
    Hago una serie de fotografías y me siento prendido por el magnetismo de la playa. Avanzo entre docenas de estrellas con el agua llegándome hasta las rodillas. Avanzo miles de años con las estrellas a mis pies.

    Horas más tarde la barca me dejó en el hotel Punta Caracol donde pasé el resto de la jornada. 
    Le dije a Pilar que no se había equivocado respecto a la playa de las estrellas. Después disfruté del atardecer y de una cena a la luz de las velas en un lugar en el que todavía es posible descansar con todas las comodidades sin herir el entorno natural. 

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                                                                           ***

     Publiqué en reportaje sobre Panamá hace varios años en la revista “Rutas del Mundo” con un pequeño apartado que hablaba del hotel Punta Caracol y de la playa de las estrellas. Mucho ha llovido desde entonces, pero constato que el hotel continúa abierto, e imagino que las estrellas de mar seguirán ahí. 

 

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