La isla de Ouessant

La pequeña isla de Ouessant es un lugar tranquilo, al Oeste de la costa de Bretaña, alejado del turismo convencional. Situada en el punto más  occidental de Francia, Ouessant es una isla con apenas 800 habitantes en la que pasar un fin de semana en verano o acaso un par de meses y dedicarse a pintar o a escribir un libro. Paisajes grises y azules, siempre cambiantes, con las mareas, los colores, la fuerza del mar y  la omnipresente luz de los faros que más allá de cumplir su función preventiva se han convertido en uno de los iconos de la isla. 

Visitar los faros de noche es una actividad puesta en marcha por Ondine Morin, una joven de la isla enamorada de su trabajo. De madrugada, su marido se hace a la mar con el Finis Terrae para las capturas — pez espada, doradas y lubinas—  que cada día  partir de las diez de la mañana vende en un pequeño local al lado de la iglesia. Ondine con una vieja Chrysler Voyager realiza esos tours nocturnos que nos lleva a conocer los principales faros desperdigados por la isla.  La verdad es que guardo muy buen recuerdo de la visita que hicimos a los faros, de noche, y eso que esa  noche llovía a cantaros y hacía un viento de mil demonios, pero si te acercas tras el crepúsculo  al faro al faro Creac’ h  no lejos de la Lampaul, la capital de la isla, la sensación es impresionante; los haces de luz del faro  marcan el camino de los barcos mercantes, pero también por efecto de su doble  bombilla se proyectan  en el suelo de la isla en forma de estrella y la experiencia que vives con esas diferentes tonalidades de azul desafiando a la noche.

Esa misma noche cené en el pub Le Ty Korn, justo en le centro de Lampaul, la capital de la isla y el trato fue exquisito. Más tarde, al regresar de la excursión a los faros, me quedé a tomar una copa en el pub y entablé conversación con el propietario; gente abierta y comunicativa dispuesta a explicarte mil historias de la isla. Luego fui caminando, ya había parado de llover,  hasta el hotelito Ti Jan Ar C’Hafe, un sitio de apenas seis habitaciones, acorde con la atmósfera del lugar. 

Especialmente bonita es la visita a la punta de Pern cerca del faro de Nividic, edificado este sobre un islote y al que se accedía por un teleférico, a través de un complejo sistema de torres también asentadas en pequeños islotes. Ahora el faro de Nividic ya no tiene farero, está automatizado, y obviamente el teleférico ya no existe y las torres  están semiderruidas, pero si ves las ruinas del teleférico o  fotografías de aquella época en el Museo de los Faros situado a los pies del faro de Creac’h, te das cuenta de lo dura que debía ser la vida de los fareros. Toda esta área está zona, con playas abiertas al mar y formaciones rocosas combinadas con el verde de las isla y las ruinas de antiguas edificios es muy hermosa. La flora y la fauna de la isla son muy ricas; se contabilizan varias especies de algas y especies de aves como el cuervo de pico rojo y  cormoranes entre otras.

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Ouessant es, sin lugar a dudas una isla diferente y especial. Os dejo varios enlaces. La Oficina de Turismo de Ouessant, otro de La Viajera empedernida, la página de la periodista Nani Arenas;  un blog particular, El faro de la Jument  de una familia que alquiló una casa en la isla. Kalon-Eusa, la empresa que organiza las visitas nocturnas a los faros y otras actividades en la isla. Y, finalmente la página de Vueling con varias conexiones semanales desde Barcelona a Brest.